miércoles, 1 de febrero de 2017

Viernes chico

Jueves en la noche, viernes chico. Una tarde relajante con los amigos después del trabajo, y mañana pasar el día en modo ninja para que no te cachen en la oficina la caña que llevas. Una junta con los amigos a beber y sacar el peso de la semana, de soportar al jefe, de reuniones de mierda, y toda esa basura que no sirve más que para pensar en salir de ahí y estar con los que quieres. con los que te hacen bien. Pero el alcohol no es gratis, y el tiempo tampoco. Luego de una merecida borrachera y conversación, me encamino a mi casa. Muy ebrio para la micro, pero no tanto para un colectivo. Total, están hasta tarde, y me voy cómodo a mi casa. Camino a la parada y justo queda un cupo adelante, aprovecho de subir con mi bolso y mi guitarra sin molestar a nadie. Le digo mi destino, y me dice, son tres lucas. A esa hora no lo encontré tan mal  el precio para mi estado etílico, además por el peligro de venderla y que me asalten. Una vez que el piloto se sube a su nave espacial o auto de carreras del transporte colectivo es increíble como conduce, me sentí como en esa película de la nave espacial en la que el tipo dice: !motores a toda potencia!.
Todo se ve difuso desde acá, veo luces de neón con colores extraños, letreros fluorescentes con las chicas de la telenovela de moda, gente que a esa hora no sé qué hace caminando entre sombras, parejas peleando, mujeres caminando por calles desoladas, discotecas de moda, mendigos y discapacitados, pidiendo aportes en los semáforos o limpiando vidrios, cogoteos varios de flaites de poca monta, travestis ofreciendo sus servicios.
El Fitipaldi de los coletos no pestañea, no respira, no mueve un músculo, más que para hablar por radio. En el asiento de atrás, una pareja pidiendo rebaja por el pique que obviamente no lo merece. Sé que el conductor va a mil por hora, pero lo veo en cámara lenta. Me baja el sueño, pestañeo, veo que estoy llegando a mi destino. Ya estoy cerca, paso por ese café del paradero 19, me entran las ganas de bajarme y entrar, pero me acuerdo que no me queda dinero y mañana llega el gerente de sus vacaciones y la reunión es a las 8 en punto. Solo queda llegar a casa y dormir.
!Llegamos!, me dice el chófer. Me bajo y me siento como llegando a otro planeta, después de viajar a la velocidad de la luz. Apenas cierro la puerta del auto y solo veo la humareda de sus llantas de gama brillante y música tecno de los 90's, el piloto interestelar emprende su viaje. solo me queda ir a dormir, mañana, una michelada de desayuno, algunas aspirinas y de vuelta al combate.

1 comentario:

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